No hace muchos años, algunas curanderas de la comarca de el Alt Urgell, recorrían a pie decenas de kilómetros para llevar a las masías de los alrededores hierbas y productos curativos. Este oficio tiene una corta historia, de la segunda mitad del siglo XIX a finales del XX, y no cuenta con documentos escritos, todo lo que nos ha llegado sobre él es por transmisión oral, la memoria colectiva nos sitúa el primer viaje en 1875 y el último en 1984.
El conocimiento de las plantas, sus virtudes medicinales y los procesos de elaboración de remedios ancestrales fueron adquiridos por transmisión oral.
Las “trementinaires” se dedicaban a la venta ambulante de hierbas y remedios naturales (té de roca, corona de rey, serpilo, escabiosa, oreja de oso, mil hojas, pez, aceite de abeto, aceite de enebro y sobre todo la trementina, producto original que les daba nombre) que recogían y elaboraban ellas mismas.
Salían a vender una o dos veces al año, iban por parejas, hacían la mayor parte del viaje a pie cargando con sus productos y se ausentaban de sus casas unos días o hasta varios meses. Preferían visitar zonas rurales, pues mantenían una relación personal y directa con la gente a la que vendían, se alojaban en sus casas, por ello solían tener rutas fijas que repetían cada año. Viajaron por casi toda Cataluña, hacia los llanos del interior
Este oficio absorbió a la mayor parte de la población femenina del valle durante más de cien años.
El proceso original de elaboración de la trementina empieza con la extracción de la resina del pino rojo. Ésta, una vez purificada, está lista por utilizar. Su aspecto, cuando es fría, es sólido, cristalino y oscuro. Cada trementinaire fabricaba su propia trementina, y se podían encontrar de diferentes texturas, colores y fluideces. El uso más frecuente que se da a la trementina es en forma de parche para aplicar sobre la zona afectada contra el dolor, los golpes y los esguinces.También era útil para curar las picaduras de araña y de víboras, para curar las úlceras e infecciones.